(Revisado y actualizado)
En algunas ocasiones he leído algunos artículos que consideran al coaching como una moda y al profesional que lo lleva a cabo –el coach-, como un vendedor de humo.
¡Lo confieso! Yo pensaba lo mismo hace unos años. De hecho, conocí la disciplina del coaching hace casi veinte años, creo que poco después de que hiciese su aparición en nuestro país e hice una incursión –algo superficial, he de reconocerlo- en su metodología para saber qué era eso. La verdad es que, en ese momento, me pareció un intrusismo en el terreno de la Psicología, disciplina en la que me había formado.
Sin embargo, no fue sino hasta hace poco tiempo, después de adentrarme en distintas disciplinas y enfoques que estudiaban de diferentes modos el comportamiento humano, que volví a toparme con la metodología del coaching. En esta ocasión, decidí bucear hasta sus profundidades para conocerla más ampliamente. Además, debido al trabajo que realizaba con estudiantes adolescentes, parte de su metodología podía ayudarme mucho en mi labor diaria. Y fue entonces cuando me di cuenta de su gran potencial. ¡Y me enamoré!
El coaching no sustituye a la Psicología para nada. Son disciplinas complementarias que pueden beneficiarse mutuamente. El coaching no trata de solucionar problemas relativos a la personalidad ni pretende hacer psicoterapia. Más bien al contrario. Cuando hay un cliente que presenta indicios de patología, el coach –bien formado, consciente de su trabajo y de su responsabilidad frente al cliente-, lo derivará al psicólogo o al especialista competente.
Y la Psicología, en su caso, puede hacer lo propio con aquellos clientes que, en realidad, no presentan ningún síntoma patológico (entiéndase patología como malestar), sino que lo que buscan es tener una vida mejor, alcanzar un objetivo que, en ocasiones ni tan siquiera saben cuál es. En este sentido, el Colegio Oficial de Psicólogos reconoce desde hace unos años la disciplina del coaching.
Los beneficios del coaching son indudables. La filosofía del coaching no es directiva. No da soluciones. No trata patologías.
El coaching ayuda a que la persona explore dentro de sí misma y encuentre todo aquello que le bloquea y que no le permite avanzar. De esta forma, será capaz de obtener sus propios recursos, sus propias soluciones a los problemas que le atenazan.
Desde escribir un libro, montar un negocio, organizarse, estudiar una carrera universitaria, o comprender por qué se actúa de una determinada manera en ocasiones concretas, el coaching puede ser beneficioso.
¿Quién dice que es una moda, entonces? Como ya he dicho antes, la primera vez que entré en contacto con el coaching fue en el año 2004. Si tomamos como referencia las tendencias de moda en el vestir, aquello que surge como “moda” puede ser del todo efímero y durar menos de un año o considerarse longeva, con una duración aproximada de cinco años. ¿Podemos decir que el coaching es una moda, según esta referencia? Está claro que no.
Lo que sí es evidente es que no todo aquel que se dice llamar “coach” efectivamente lo es. Precisamente porque está de actualidad, han aparecido muchas escuelas y personas que se publicitan como coach, sin serlo. Y con esto sí que hay que tener cuidado.
Hacer un cursillo de un fin de semana no convierte a nadie en coach. En algunos ámbitos se dice, incluso, que hacer un máster en coaching sin tener otro tipo de formación humanística tampoco es recomendable. A este respecto, he de decir que he conocido a grandes profesionales provenientes de disciplinas totalmente alejadas de las humanísticas pero con una sensibilidad, empatía y sentido de la escucha totalmente encomiables.
Existen muchas escuelas que se publicitan haciendo cursos de coaching. Y es lícito. ¡Claro que sí!. Y muchos de esos cursos, te ayudarán a hacer mejor tu trabajo, a relacionarte mejor, a entender mejor tus comportamientos….pero no te servirán para ser coach.
Otro de los motivos, en mi opinión, que hace que el coaching parezca una moda radica en utilizar la palabra coaching o coach para un sinfín de cosas. Tenemos, por ejemplo, algunos programas de televisión que utilizan la palabra coach (entrenador). Y en algunos casos, quizá estaría bien utilizada. Pero utilizar el vocablo genérico para “vender” todo tipo de cosas quizá no es una de las mejores prácticas.
No obstante, hay que distinguir entre la palabra coach (en inglés, entrenador) que se ha utilizado desde siempre en el ámbito deportivo – y que, muchos creen que la persona que utiliza el coaching como disciplina es eso, un entrenador- y el vocablo etimológico del que en realidad viene la palabra con la que se conoce al profesional del coaching.
En su origen, el vocablo coaching (entendido como disciplina) viene de la palabra húngara kocsi (pronunciada cochi), un carruaje con sistema de suspensión que hacía más cómodo el viaje de sus pasajeros. Esa palabra pasó al inglés como coach y al español como coche. Pero como casi siempre ocurre cuando importamos algo del mundo anglosajón, se habla de coaching, coach y coachee a los elementos que forman parte de un proceso de cambio.
Podríamos decir que, simulando al kocsi, el coach transporta a la persona que entra en el proceso de coaching desde el punto en el que se encuentra hasta el punto al que quiere llegar. Puedes leer la definición más amplia y oficial que ofrece la International Coaching Federation (ICF) sobre coaching.
El coaching, por tanto, es un proceso de acompañamiento (o de transporte, si prefieres) que ayuda a la persona en la búsqueda de soluciones, de alternativas y de recursos para que pueda alcanzar los objetivos que se propone.
¿Es eso beneficioso o no?